La Voz de la Marca 💬
Un pensamiento sobre la importancia de la Identidad Verbal
(y por qué no puedes sonar como cualquier otro)
Lo primero que escuchamos al llegar al mundo no es una canción de cuna, ni una meditación guiada: es a nuestra madre gritar. Y no grita por drama. Grita porque hay vida.
Desde ahí todo suena. Todo tiene un tono. Si tuviste suerte, aprendiste que la voz puede acariciar. Que alguien te diga “buenos días” con amor cambia el día. Que tu papá te pregunte cómo te fue puede ser más poderoso que cualquier audiolibro de autoayuda.
Y también supiste —muy pronto— cómo suena una amenaza camuflada en cariño. Un “haz lo que quieras” que en realidad es un “ni se te ocurra”.
Sabemos perfectamente cómo suena alguien que nos quiere manipular, alguien que nos quiere cuidar, alguien que nos quiere vender. Y más aún: sabemos cómo suena nuestra propia voz cuando tenemos miedo, cuando nos retamos, cuando nos queremos bien.
El tono es todo. No es lo mismo decir “ven” que decir “ven acá, por favor, que te tengo una sorpresa.”
No es lo mismo hablar desde el miedo que desde el deseo.
Y definitivamente, no se grita en un spa. Ni se susurra en un Automac.
Hace unas semanas estuve en Milán. Entre espresso y exposición, conocí un caso que me voló la cabeza: las Girl Scouts de los Estados Unidos. Sí, las de las galletas.
Pero más allá del azúcar, hay historia. Juliette Gordon Low fundó esta organización en 1912 con una idea revolucionaria: que las niñas no solo fueran dulces, sino valientes. Que hablaran fuerte. Que dijeran lo que pensaban. Que el mundo supiera cómo suena una niña con carácter.
Más de cien años después, la agencia Collins agarró esa esencia y la tradujo en una identidad que no solo comunica: te atraviesa. Hicieron un Manifesto que no necesitas haber sido Scout para sentir en la piel.
Porque tiene ritmo, tiene poesía, tiene verdad. Pero sobre todo: tiene tono. Y eso hace toda la diferencia.
Así que, la próxima vez que pienses en la identidad de tu marca, hacete estas preguntas:
– ¿Quién está hablando?
– ¿Desde dónde lo dice?
– ¿Y qué pasa si cerrás los ojos y solo escuchás?
Porque sí, el logo entra por los ojos.
Pero el tono…
El tono se queda en la cabeza.
Este texto es un excelente ejemplo de una identidad verbal bien lograda, que no solo logra hacer que el mensaje llegue, sino que despierta en el lector una chispa que será difícil de apagar.